Revolución de 1944 “Revolución
de Octubre”
La
Revolución de 1944 -también llamada Revolución de Octubre- fue un alzamiento
cívico militar que tuvo lugar el 20 de octubre de 1944 en Guatemala, mediante
el cual se derrocó al presidente provisorio del país, Federico Ponce Vaides y
se constituyó una Junta Revolucionaria provisional, compuesta por Francisco
Javier Arana, Jorge Toriello Garrido y Jacobo Árbenz Guzmán. Con ello se dio
pasó a la elección del gobierno democráticamente elegido de Juan José Arévalo
(Móbil, 2010). –
La
Revolución de Octubre de 1944 derrocó del poder a Federico Ponce Vaides,
Nombrado
presidente provisional tras la salida del mandatario anterior, Jorge Ubico,
quien renunció a su cargo y a quien apuntaba originalmente el alzamiento cívico
militar (Móbil, 2010).
El foco
militar del alzamiento estuvo en el cuartel Guardia de Honor, bajo el comando
del Mayor Francisco Javier Arana. Aun cuando se venía gestando desde antes,
comenzó a materializarse en los meses de mayo y junio del año citado, con
acciones de rebeldía, desobediencia civil y manifestaciones populares contra el
régimen de Jorge Ubico, quien gobernaba Guatemala desde 1931. Los principales
actores fueron profesionales, estudiantes universitarios y maestros, a los que
pronto apoyaron otros sectores ciudadanos, principalmente de extracción urbana
(Asociación de Amigos del País, 2004).
Después de
la renuncia del dictador Jorge Ubico, una junta militar se hizo cargo del poder
ejecutivo, la cual se disolvió el 4 de julio de 1944 para instaurar el mando en
el General Federico Ponce Vaides, en calidad de presidente provisional. De
julio a septiembre del mismo año, Ponce comenzó a dictar medidas coercitivas
contra la ciudadanía, apoyado por el Partido Liberal Progresista, con el objeto
de perpetuarse en el poder. Varios oficiales militares de rango intermedio de
alta en el batallón de la Guardia de Honor, comenzaron a cambiar impresiones y
a proponer soluciones para evitar el entrenamiento de una nueva dictadura en el
país (Móbil, 2010).
Entre los
militares estaban Manuel J. Pérez, Mayor Carlos Aldana Sandoval y Francisco
Javier Arana, a quienes se sumó prácticamente toda la oficialidad de aquel
cuerpo militar. Algunos se encargaron de mantener contactos con diversos
activistas civiles que colaborarían durante la lucha armada. Los enlaces
principales que mantuvieron fueron los militares de baja Jacobo Arbenz Guzmán y
Enrique de León Aragón. Además, el hombre de negocios Jorge Garrido Toriello,
el dirigente obrero Silverio Ortiz, el político Julio Bianchi y un grupo de
estudiantes encabezados por Julio Méndez Montenegro, Oscar de León Aragón y
Julio Valladares Castillo, entre otros (Móbil, 2010).
En la noche
anterior al 20 de octubre de 1944, después de coordinar las unidades que
estarían en combate, de comprobar las comunicaciones, adjudicar misiones y
objetivos de establecer un puesto de mando, los mayores decidieron iniciar las
operaciones de acuerdo con el plan estratégico establecido, sin la asistencia
del mayor Aldana Sandoval y del coronel Humberto Díaz, quienes por diversas razones
no estuvieron presentes en la hora convenida. Dos piezas de artillería fueron
situadas en la zona 5 para cañonear el Castillo de Matamoros mientras que dos
tanques cubrían el frente del cuartel para evitar fugas (Móbil, 2010).
Desde los
altos del Cerrito del Carmén, otras dos unidades bombardearon el Castillo de
San José, también sitiado por otro par de tanques. Fue neutralizado el campo de
aviación. Luego fueron ubicados cuatro cañones más contra Matamoros y el
Castillo de San José produciendo, en ambos, estragos materiales en los
edificios y una considerable cantidad de bajas entre muertos y heridos. Además,
fueron colocados cuatro tanques frente al Palacio Nacional con la orden de
atacar en caso de encontrar resistencia (Móbil, 2010).
Pronto se
reunieron con Arbenz Jorge Toriello y e l teniente Enrique de León Aragón,
Quienes
estuvieron repartiendo armas a los civiles que las solicitaban para unirse a la
lucha (Móbil, 2010).
Los
primeros civiles que se incorporaron a la lucha armada fueron quince
estudiantes universitarios que llegaron a la Guardia de Honor a las dos de la
la mañana, quienes fueron armadas inmediatamente. Otro contingente civil muy
valioso fue el constituido por obreros armados liderados por el legendario
dirigente Silverio Ortiz, miembro prominente de los artesanos y obreros que
combatieron en 1920 contra el tirano Manuel Estrada Cabrera. Entre todos ellos
lograron reunir ochocientos hombres que pelearon en diversos barrios de la
ciudad, entre otros, La Palmita, La Reformita, Santa Cecilia y en las calles
céntricas, enfrentándose a la policía nacional y a los francotiradores que
cobraron muchas vidas humanas. El contingente obrero estuvo integrado por
albañiles, carreteros, maestros, tipógrafos, ferrocarrileros, jornaleros y toda
una amplia gama de oficios (Móbil, 2010).
En las
primeras horas de la mañana del 20 de octubre, el Castillo de Matamoros elevó
la bandera blanca en señal de redención. A a las 10:30 hizo lo mismo el
Castillo de San José. Algunos hechos callejeros violentos por parte de la
resistencia obligaron al ejército revolucionario a integrar con estudiantes y
maestros un cuerpo de vigilancia llamado Guardia Cívica, que patrulló la Ciudad
de Guatemala desde la noche del 20 de octubre en adelante, en sustitución de la
policía nacional. Los boy scouts también pusieron su grano de arena dirigiendo
el tráfico en las esquinas más concurridas y las mujeres guatemaltecas
merecieron una mención especial debida a su labor como ayudantes de enfermería
en los hospitales y puestos de socorro (Móbil, 2010).
El 20 de
octubre de 1944 selló por primera vez en la historia republicana de Guatemala
la unión entre ejército y civiles revolucionarios (Móbil, 2010). Después de las
rendición de los dos bastiones militares defensores del gobierno de Federico
Ponce, el mandatario y su gabinete levantaron la bandera blanca del cese de
hostilidades. Para ello fue necesario que los combatientes revolucionarios
llegaran al acuerdo de integrar un mando unificado integrado por Francisco
Javier Arana, representando a los jóvenes oficiales de la Guardia de Honor y
Jacobo Árbenz Guzmán y Jorge Toriello Garrido, en representación de los
sectores militares democráticos egresados de la Escuela Politécnica, así como a
los estudiantes, obreros y políticos que coadyuvaron a derrocar las tiranías de
Ubico y Ponce Vaides (Móbil, 2010).
Los dirigentes exigieron telefónicamente la
renuncia escrita de Ponce, desde la embajada de Estados Unidos. Después de
solicitar la mediación del cuerpo diplomático y de cuatro horas de negociación,
ambas partes acordaron los términos de la rendición del gobierno y el cese
total de hostilidades de las fuerzas militares que lo apoyaron (Móbil, 2010).
La
Revolución del 20 de Octubre de 1944 fue la respuesta del pueblo de Guatemala a
más de setenta años de dictaduras liberales, discriminadoras con pretensiones
de modernizar el país, valiéndose de la economía capitalista, pero en manos de
los cafetaleros e industriales alemanes y de las compañías bananeras,
ferrocarrileras y de la electrificación, pero que continuaba con resabios
feudales, por parte de los latifundistas guatemaltecos, para quienes sus
trabajadores eran siervos y mantenían en lo laboral el trabajo forzoso no sólo
en la agricultura , sino también en el servicio de obras públicas. Sin libertad
política, permitiéndose sólo un partido, el oficial. Inexistencia de elecciones
libres y exclusión de la mujer quien no tenía derecho al voto. Gobiernos
déspotas para con sus conciudadanos, pero serviles vasallos para sus amos, los
imperios germánico y estadounidense.
El proceso
democrático popular de la Revolución del 20 de Octubre de 1944, tuvo como
fuerzas sociales impulsoras al estudiantado de la única Universidad, la
estatal, Nacional de Guatemala, ahora con su nominación tricentenaria; de San
Carlos de Guatemala, y los de educación secundaria, del Instituto Nacional
Central de Varones y de la Escuela Normal, formadora de maestros de educación
pública. Y, a los pocos meses de la renuncia del dictador Ubico y deposición
del usurpador Federico Ponce Vaides, aquella pequeña burguesía intelectual
fraternizó con las clases populares artesanales, campesina y obrera y desde el
corto plazo de gobierno de la Junta Revolucionaria de Gobierno y posteriormente
durante los sexenios de gobierno de los Presidentes Arévalo y Arbenz, los
obreros, los campesinos y los trabajadores en general conquistaron su derecho a
la libre organización , y lograron superar el paralelismo sindical, por su
unitarismo en dos grandes centrales: la Confederación General de Trabajadores
de Guatemala (CGTG) , en la que se afiliaron obreros y trabajadores en general
y la Confederación General Campesina (CNC), a la que pertenecían los
trabajadores agrícolas. Confederaciones que, en sus relaciones internacionales,
hicieron causa común con la Confederación de Trabajadores de la América Latina
(CTAL) y rechazaron la propuesta de las centrales estadounidenses AFL y CIO.
La
legitimidad del sistema de democracia representativa y participativa que
gobernó durante diez años, se comprueba con el resultado de las elecciones
libres: el Presidente Juan José Arévalo fue electo con el 85 % de los sufragios
y el Presidente Arbenz con el 75%.
Durante esa
década, respetándose el principio de no subordinación entre los tres Organismos
del Estado, hubo coordinación entre ellos y se garantizó constitucionalmente el
derecho del pueblo a la rebelión, si se osare conculcar el principio de
alternabilidad en el ejercicio del cargo de Presidente de la República.
En el
sexenio1945-1951, administración del Dr. Arévalo, fueron creados el Instituto
Guatemalteco de Seguridad, emitido el Código de Trabajo y establecido el
Ministerio de Economía y Trabajo, así como su dependencia principal: la
Inspección General de Trabajo. Se establecieron la jurisdicción privativa y los
tribunales de trabajo y previsión social. Fue creada la Banca Central, cuya
misión era la de atender las necesidades esenciales de la población y el
desarrollo económico, también el Instituto de Fomento de la Producción, el
Departamento de Fomento Cooperativo. Se construyeron las Escuelas Tipo
Federación, que innovaron la educación. Se terminó el centralismo
administrativo y se otorgó autonomía a las Municipalidades, a la Universidad de
San Carlos de Guatemala, al deporte, a la Banca Central, al Instituto de
Seguridad Social.
En dicho
sexenio, el Gobierno sometió a la empresa United Fruit Company, a las
regulaciones del Código del Trabajo e impidió que la Standard Oil of Ohio, con
el apoyo del Embajador Richard Patterson, se apoderase de yacimientos de
hidrocarburos, contando con la complicidad del Jefe de las Fuerzas Armadas,
Coronel Francisco Javier Arana, quien junto con el pro cónsul yanqui fraguaban
derrocar al Presidente Arévalo, pero él actuó tan hábilmente que hizo posible
que desde la Casa Blanca se ordenase su destitución.
Y el
Presidente Arbenz, en sólo tres años, había casi terminado las obras y promesas
contenidas en su programa de gobierno: Construcción de la Carretera del
Atlántico, para competir con la empresa IRCA, de la UFCO, el Puerto de Santo
Tomás, para competir con Puerto Barrios, del que se había adueñado la misma
UFCO; la planta Jurún Marinalá, para competir con la Electric Bond & Share,
que se había apropiado de la Empresa Eléctrica de Guatemala. Y, ya había, en
pocos meses, avanzado acelerada pero debidamente con el programa de Reforma
Agraria, que fue asistida financieramente, primero por el banco estatal Crédito
Hipotecario Nacional y, en seguida, por el Banco Nacional Agrario. Y, en
cumplimiento de las disposiciones del Decreto 900, Ley de Reforma Agraria,
expropió las tierras ociosas de la UFCO, de la que eran grandes accionistas el
jefe del Departamento de Estado de los EEUU, su hermano, director de la
tenebrosa CIA y varios senadores políticamente poderosos, quienes lograron que
el Presidente de los Estados Unidos, General Eisenhower autorizase la Operación
Guatemala, que con la traición del alto mando del Ejército de Guatemala,
derrocaron al Presidente Arbenz.
En fin, esa
gesta histórica, la de la Primavera Democrática, es digna de homenaje si no
fuese por todo la anteriormente evocado, lo es porque solamente durante la
década 1944-1954, el Estado de Guatemala no estuvo sometida a la dependencia de
una potencia extranjera, como lo había estado, y ha vuelto a estar, desde 1954.
La historia nos revela que desde 1524 hasta 182l, el país fue colonia de
España. De 1821 a 1871 estuvo bajo la dependencia de la Gran Bretaña, a la que
tuvo que cederle Belice y desde 1871 hasta la fecha --salvo durante los años de
1944-1954-- bajo la bota del Tío Sam.
Para
restablecer la soberanía imperante de esa década, la dignidad de las ciudadanas
y ciudadanos, así como de las autoridades estatales de entonces y la
solidaridad entre las clases populares y la de los servidores públicos de los
tres organismos del Estado, para con su pueblo, es que se ha fundado el Frente
Popular por la Soberanía, la Dignidad y la Solidaridad en Guatemala (SDS).
Porque como
dijo Oliverio Castañeda, “Mientras haya Pueblo, habrá Revolución”.
“Cuando
Arbenz anuncia con voz vacilante por la cadena nacional de Radio de Guatemala
su renuncia definitiva a la Presidencia de la Nación, terminaba esa noche del
27 de junio de 1954, una siniestra conspiración internacional que encontró base
interna en el conflicto social local, que enfrentó a la burguesía interior y
sus aliados, con las fuerzas populares”. Edelberto Torres Rivas. Clacso, Lima,
enero 1977.
Este 26 de junio se
cumplieron 50 años del derrocamiento del coronel Jacobo Arbenz Guzmán,
Presidente Constitucional de Guatemala.
Para las
generaciones protagonistas de aquella gesta la fecha tiene una importancia
dual. Para los que triunfaron significó, según ellos, en primer lugar, el
triunfo contra el comunismo, amén de haberse hecho con el poder y grandes
fortunas. Para los que estuvieron en el bando contrario y sobrevivieron resulta
más difícil poder extraer una significación positiva de aquella derrota.
Hacia 1944, año del
inicio del proceso revolucionario en Guatemala, el país era totalmente feudal,
como casi toda América Latina. Había sido gobernado por sucesivos tiranos. El
último, el general Jorge Ubico Castañeda, duró 14 años (14-2-31/1-7-44). Fue
querido por unos y odiado por otros.
Mediante un
movimiento popular (universitarios, la parte progresista del Ejército,
intelectuales, sector obrero organizado, entre otros) fue derrocado y se
constituyó un Triunvirato, llamado Junta Revolucionaria de Gobierno, formado
por el coronel Francisco Javier Arana, el coronel Jacobo Arbenz Guzmán y el
ciudadano Jorge Toriello Garrido. A la Junta Revolucionaria le sucedió el Dr.
Juan José Arévalo Bermejo, (15-3-45/15-3-51), pedagogo y escritor, que vivía
exiliado en Tucumán, Argentina, electo mayoritariamente por un 86% de los votos
depositados y constituyó la primera elección libre en la historia de Guatemala.
Durante su gobierno
dio inicio la modernización del Estado guatemalteco. Se instauró la educación
primaria y secundaria obligatoria y gratuita, se creó el Seguro Social, se
permitió que los trabajadores se organizaran en sindicatos, se otorgó a las
mujeres el derecho al voto, se creó la Autonomía Universitaria, se creo la
Facultad de Humanidades.
El 15 de marzo de
1951 es electo, en segunda vuelta, el coronel Jacobo Arbenz Guzmán,
(1-3-51/27-6-54), por una alianza de partidos democráticos que conforman el
Frente Democrático Nacional (PAR-RN-PRG-PGT, CGT y CNC)) con el 65% de los
votos. El continúa profundizando las reformas al Estado, entre las cuales se
encontraba, la emisión del Código del Trabajo, las cuotas patronales para el
Seguro Social, la Ley de Arrendamientos forzosos, asimismo impulsa una reforma
agraria (decreto 900) que expropia mediante pago, las tierras de la Compañía
Bananera United Fruti Co. (UFCO), que era propiedad de empresarios
norteamericanos; también rompe el monopolio del transporte terrestre para el
Atlántico, dominado por la compañía ferrocarrilera IRCA, que era propiedad de
la UFCO, mediante la construcción de una carretera al puerto de Santo Tomás de
Castilla. Inició la construcción de la hidroeléctrica Jurún Marinalá, para
romper el monopolio de la energía, también en manos de compañías de los
norteamericanos.
Como puede verse y
comprobarse, el país estaba en manos de los norteamericanos, a quienes, por
supuesto, no les gustó las medidas emprendidas por Arbenz.
Fue por eso y otras
razones más ideológicas que económicas, como la legalización del Partido
Comunista en la vida política del país (PGT), llegando, incluso, a tener a
algunos asesores del mismo es que se gestó el golpe contrarrevolucionario.
Dicho golpe se
preparó en Estados Unidos, fue financiado y dirigido por la recién creada
Agencia de Inteligencia CIA (según publicaciones del Senate Select Comité on
Intelligence se afirma que la de Arbenz fue la primera y exitosa intervención
de la CIA en sus actividades en el extranjero) usando como pretexto la compra
de pistolas y fusiles checos en Suiza trasladadas en la nave sueca Alfhem,
llegando a puerto guatemalteco el 15-5-54, acto que en sí, constituía un
ejercicio de soberanía nacional.
La invasión,
liderada por el tristemente célebre coronel Carlos Alberto Castillo Armas,
salió de Honduras. Se trataba de una columna de cerca de 200 hombres mal
entrenados y no mejor armados. Los aviones que bombardearon el campo
guatemalteco y la capital, salieron de Nicaragua, gobernada por el también
tristemente célebre Tacho Somoza.
Arbenz dimite ante
la última amenaza (bombardeo por naves de la zona del canal) y propuesta del
embajador norteamericano, Perifouy (entrega de los famosos ataúdes conteniendo:
la directiva del PGT, sus dos secretarios, parte de su gabinete y parte de los
mandos del Ejército no comprometidos con la subversión). La misma propuesta se
le hizo a su sucesor, coronel Carlos Enrique Díaz de León (26-7-44), dando la
misma respuesta negativa que Arbenz.
Con este capítulo
dio inicio el período más oscuro y temido de la historia del Ejército, también
muy célebre, triste y temido, sólo comparado con el papel de las tropas
invasoras de Pedro de Alvarado, el primer genocida de Guatemala. Ejército que
se había ganado el cariño, respeto y admiración del pueblo durante las gestas
del 20 de octubre del 44 por su papel protagónico, peleando junto al pueblo
para derrocar al tirano, lo mismo que el 18 de julio de 1948, al parar la
sublevación de las fuerzas más oscuras del organismos militar.
A partir de ese 26
de junio, dio inicio lo que sería el calvario más doloroso del pueblo
guatemalteco. Calvario que se niega a finalizar porque el Ejército se niega a
abandonar el poder ejercido desde las tinieblas.
Entonces, para
entender el proceso contrarrevolucionario debe tenerse en cuenta las fuerzas e
intereses que actuaron. En primer lugar, los intereses de los empresarios
norteamericanos, quienes a la vez tenían de aliados a una parte importante de
la alta oficialidad del Ejército (coronel Elfego H. Monzón y coronel Enrique
Trinidad Oliva), quienes a todas luces desempeñaron el papel de traidores,
salvo contadas excepciones: la jerarquía de la Iglesia Católica, con monseñor
Marino Rossel y Arellano (Sor Pijije) a la cabeza y por supuesto, sectores
conservadores de la burguesía guatemalteca.
Por el lado del
gobierno el pueblo, ciertos sectores de la burguesía y pequeña burguesía y
tímidos intereses soviéticos que no estaban interesados en iniciar un conflicto
dentro del contexto de la Guerra Fría.
Inmediatamente
después de instaurado el gobierno de Castillo Armas, (1-9-54/26-7-55),
asesinado por su guardaespalda, el gobierno norteamericano diseñó un plan
piloto para el continente, con el fin de neutralizar el descontento de las
masas latinoamericanas, quienes habían sido testigos de la lucha contra el
fascismo. De manera que pensar y decir que era para contrarrestar el comunismo
suena muy simplista, pero que por ello se ha convertido en el principal
argumento de los norteamericanos y sus sirvientes criollos.
Entonces, ahora sí
se puede responder a la pregunta inicial que reformulada sería así:
¿Sirvió de algo la
revolución del 44? Pienso que sí. En primer lugar porque se demostró una vez
más que cuando el pueblo pierde el miedo y pasa del pánico al ataque, no hay
poder que pueda detenerlo. También sirvió para comprender la naturaleza de los
ejércitos criollos, con contadas excepciones. Lo mismo puede decirse del papel
de los guías espirituales que si bien es cierto que predican la igualdad,
también es cierto que saben que hay unos que son más iguales que los otros y se
hacen al lado de ellos. Dicho también pensando en las contadas excepciones.
Pero una de las enseñanzas más grandes que se pueden extraer de aquellas fechas
y hechos, es el sistema operacional del capital norteamericano, que ha dado sus
mejores joyas, modernamente, en Irak. Sin embargo, la enseñanza más profunda es
que la libertad, la justicia y el progreso, no son ideas que nos llegarán por
intervención divina. La libertad sólo la merecen aquellos que luchan por ella.
Por último, estas
reflexiones son de gran utilidad en estos días en que el neoliberalismo ha
globalizado la explotación, la injusticia y sobre todo, la corrupción, madre de
las dos anteriores. Terminando así este período de la historia de Guatemala,
conocido como “Los diez años de primavera en el país de la eterna dictadura”.
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